Cuestionaba aquí si hemos aprendido algo de esta pandemia y podríamos añadir de otras inclemencias, que desgraciadamente no faltan. Sobre la gran helada Filomena el alcalde de Albarracín le sugería al de Madrid medidas fiscales. En su pueblo, con un presupuesto por habitante bastante inferior al de Madrid, no ha sufrido casi ninguna interrupción de la vida de sus gentes y es que la dotación de servicios está bien atendida en su momento y no en palas para que el vecindario quite la nieve. Y es que esa es la responsabilidad de cada administración, incluida la de la señora Ayuso, en cada presupuesto, que los servicios públicos de sanidad, educación, dependencia y otros estén plenamente disponibles. Pues pese a que esta pandemia que no acaba, la sanidad casi en general y en la madrileña en particular (allá el electorado madrileño que con su pan se lo coma), parece que ni caso. No hemos tenido que esperar a otra pandemia, pues en lo que parecen las postrimerías, ¡ojalá no haya más olas!, nos vuelve a pillar el toro. Los centros de salud, como primer valladar ante epidemias y otras inclemencias, se han venido revisando con desigual atención según cada comunidad. Tanto la primera atención, como filtro cualificado para el debido servicio hospitalario, así como la salud social preventiva y con mejor coordinación en situaciones anormales, poco se ha aprendido en muchas situaciones. Se comprende que estamos en una situación anómala y que han tenido que improvisarse medidas extraordinarias, que podrían haberse acomodado más al sentido común para reparar los errores de bulto que se vienen detectando.

He mirado con atención los datos tomados de las instituciones (20-6-21) por Raúl Rejón, mi admirado periodista que me informa desde un medio digital. Destaca, lo que ha venido a perjudicar más la tragedia sanitaria ha sido la infrautilización los centros de salud, que como decíamos, podrían haber evitado parte de hospitalizaciones, haber ofrecido información sobre el rastreo de algunos brotes, haber informado a familias desde la credibilidad del contacto cercano. Pues nada, en lugar de completar los ya diezmados centros, se ha reducido más, y se ha roto la cercanía y cuanto de la misma se deriva. En lugar de ampliar espacios que hubieran facilitado las medidas covid19 se han suprimido consultas y o sustituyéndolas por atención telefónica. Si se ha contratado personal sanitario, con frecuencia se han despedido y devuelto a su precariedad en cuanto bajan algo las cifras de personas infectadas. Qué decir de completar las plantillas hospitalarias para superar las secuelas de la crisis anterior y prepararlas para que las siguientes fases se pudiera afrontar con más solvencia y menos sacrificio. Pues bien, en lugar de una autocrítica mínima por parte de los recortadores y pasar pronto a enmendar las secuelas de los recortes, a la ciudadanía no se ha trasladado un debate informado constructivo para superar pasados errores de cara al futuro.

En el campo sanitario más específico ya se han señalado las medidas futuras que se refieren a fortalecer una sanidad pública con suficientes medios para que la ciudadanía no tenga que verse como en EEUU, en la ruina. No se puede entender que a costa del dinero destinado a la salud pública, empresas particulares obtengan pingües beneficios por hospitales o servicios externalizados del sistema de salud pública. En ese sentido, también conviene contar con una industria farmacéutica de España o de la UE que no especule con la salud. En cuanto a la sociedad, convendría también una mayor educación para que la responsabilidad personal, mostrada por la gran mayoría de la población en la pandemia, se viera compensada ante las actitudes claramente insolidarias. Dicha compensación debiera ser desde dentro de la trama social, empezando en la propia familia y escuela, como bagaje desde estos ámbitos. Responsabilidad que debiera de extenderse a la propia condición de ciudadanía, entendida como el orgullo de aportar de manera proporcional los impuestos que propician una atención al conjunto de la población. Impuestos que debieran utilizarse con rigor para que nadie se lucre en beneficio particular con los fondos dedicados a la salud a la educación y bienestar mínimo de la ciudadanía. Si así fuera, podríamos recordar la covid19 también por algún elemento positivo importante, sobre todo en una nueva inclemencia que lamentablemente no debemos descartar.