1. Introducción.
En ocasiones, cuando nos acercamos al estudio del Jesús histórico, se cuestiona si una persona creyente en una fe determinada podrá tener la objetividad suficiente para emplear un método objetivo de estudio acerca del personaje histórico y su entorno alrededor del siglo I, o se dejará impregnar por los dogmas que contienen sus creencias, perdiendo toda credibilidad. En mi experiencia puedo decir que, siendo los menos, hay estudiosos, personas de fe, que emplean un método científico en pos de hallar al Jesús histórico y las hipótesis más plausibles de su existencia, vida y enseñanzas. Igual que no creyentes.
Visto así, uno de los temas más apasionantes relacionado con las religiones, los mitos y las creencias de las personas es, sin duda, el de la fe misma. ¿Qué hace que unas personas tengan fe en una creencia, en uno o en varios Dioses y otras no? ¿Y cómo ha evolucionado la fe y su vivencia a lo largo de la historia? Son preguntas que a menudo se hacen los estudiosos del tema, a veces el propio individuo común. En este artículo divulgativo, trataremos de desentrañas los orígenes y/o los sustentos de ese constructo llamado fe desde el punto de vista de lo natural, desde la ciencia y desde lo observable y posible, y evidentemente no entraremos en debates teológicos al respecto. ¿Qué relación, entonces, podemos establecer entre la fe y la ciencia?
El diccionario “Oxford Languages”, en su versión para Google, define la fe como la «creencia y esperanza personal en la existencia de un ser superior (un dios o varios dioses) que generalmente implica el seguimiento de un conjunto de principios religiosos, de normas de comportamiento social e individual y una determinada actitud vital, puesto que la persona considera esa creencia como un aspecto importante o esencial de la vida»
Plantearemos aquí la cuestión en palabras de Gonzalo Puente Ojea, que en su libro «Vivir en la realidad. Sobre mitos, dogmas e ideologías» (p.28), viene a decir: «Creer es dar por cierto algo de lo que no se tienen pruebas reales, y si se aportan dejarían de ser creencias y pasarían a ser realidades probadas. Son interpretaciones de la realidad irrebatibles por la argumentación lógica o para las pruebas objetivas en contra, y que se afirman por el acto de creer o de la fe. Vienen ancladas por el fuerte valor afectivo que el sujeto les atribuye. Ayudan al hombre a crearse una interpretación de la realidad, un mundo en el que se instala posiblemente toda su vida. Es un tema muy difícil porque por la propia definición de creencia, todo creyente se cree en posesión de la verdad y se muestra incapaz de salir de su mundo. Y es un tema comprometido porque nadie quiere ver puesto en cuestión su mundo creencial, sea éste religioso, ideológico o privado. Las creencias son un laberinto en el que el hombre se pierde.(…). ¿Por qué confunde el hombre su fantasía con la realidad? ¿por qué los hombres somos capaces de creer las más absurdas fantasías y tomárnoslas como lo más importante del mundo, como es el caso de las creencias religiosas o ideológicas? Y esto, independientemente del grado de inteligencia y de cultura que se tenga».
Intentaremos ver qué respuestas dan a la cuestión diferentes disciplinas que se han ocupado de ella:
2. Neurociencia y fe.
El tema de la fe y su respaldo científico no ha sido estudiado demasiado a lo largo del devenir de la ciencia, quizá por prejuicios o por complejos de los investigadores, o incluso por temor a las consecuencias sociales que los resultados de sus investigaciones pudieran conllevar. En la mente de todos están el astrónomo e ingeniero Galileo Galilei o el teólogo y científico Miguel Servet, por ejemplo. Se trata de una cuestión tan personal y tan arraigada en la cultura del ser humano que hasta finales del siglo XVII resultó sumamente difícil cuestionar la fe como un don que no pudiera proceder del mismo Dios.
Sirva de ejemplo el caso del estudio del Jesús histórico, donde nos encontramos con insignes investigadores que profesan una fe y que al encontrar algún dato o hipótesis de carácter objetivo que pueda poner en duda cierta creencia o acontecimiento tomado como histórico por su religión, sufren grandes controversias y, en ocasiones, se alejan de la presunta veracidad de los hechos, adoptando conclusiones un tanto forzadas, o pierden la propia fe en su creencia, según el caso.
Parece ser que la fe y sus manifestaciones, antes de pasar al plano de la consciencia en la persona, atraviesan un proceso inconsciente de necesidad, llamado instinto de supervivencia (trascendencia culturalmente hablando) que parece estar implícito en la herencia genética del ser humano. Este instinto de supervivencia posee estructuras nerviosas que discurren entre el encéfalo y el cerebelo, dos zonas importantes del Sistema Nervioso humano. Neurocientíficos británicos de la Universidad de Bristol, han cartografiado este instinto en un estudio publicado en el Journal of Physiology. Los investigadores han descubierto un camino nervioso que conecta la sustancia gris periacueductal (Pag) del cerebro con algunas zonas del cerebelo, en situaciones de peligro: Ante un suceso que es percibido como de amenaza, los circuitos centrales de la Pag se activan y envían impulsos a una zona llamada pirámide del cerebelo (muy relacionada con el bulbo raquídeo), produciendo las típicas reacciones fisiológicas asociadas al miedo ante un peligro. La pirámide también funciona como una estación de relevo en la que confluyen diferentes vías de emociones fuertes procedentes del sistema límbico (el sistema de las emociones).
Otras evidencias genéticas han llevado a Dean Hamer a investigar un gen que podría estar relacionado con la
espiritualidad cuando posee pequeñas mutaciones.
El premio Nobel Daniel Kahneman, llama a los mecanismos instintivos inconscientes «mecanismos implícitos de
la mente», en los que trabajan zonas inconscientes de la corteza cerebral junto con zonas emocionales
(sistema límbico con la amígdala al frente) y otros preventivos (lóbulo temporal derecho e ínsula)
para sustentar las creencias religi
neuronal automática de pensamiento, facilitando el fuerte arraigo que la fe puede tener en algunas personas.
Por otro lado, el neurocientífico Michel Gazzaniga afirma que el sistema nervioso central es un «afinado sistema
neural dedicado a la toma de decisiones relacionadas con la supervivencia». Esas tomas de decisiones dependerán,
además de los instintos primitivos de los que ya hemos hablado, también del control cognitivo consciente y de la
influencia afectiva que impactará sobre la toma de decisiones final. De ahí que la fe pase a ser un proceso
psicológico en el que, además del instinto inconsciente de supervivencia, lo determina la cultura, es decir, la
educación y los valores que le han sido transmitidos a una persona, las propias necesidades personales y sociales,
los pensamientos en forma de respuestas dadas a las preguntas transcendentales (quienes somos, de dónde venimos
y a dónde vamos), la calidad de las experiencias, los refuerzos sociales que se obtienen de los demás, etc., pasando
a un plano cognitivo o intelectual, más relacionado con la consciencia.
Otros factores que pueden influir a nivel cerebral en las cuestiones de fe podrían ser los llamados
neurotransmisores, mensajeros químicos que transportan, impulsan y equilibran las señales entre las neuronas y con
otras células del cuerpo. Para Dick Swaab, existen ciertos neurotransmisores cerebrales, como la serotonina, que
influyen en el nivel de espiritualidad de las personas.
2. Fe y Sociología.
Las evidencias científicas que muestran como el ser humano tiene dispuestos unos mecanismos biológicos que lo hacen proclive a la fe, también pueden avalarse con estudios estadísticos: Así, solo el 17%, aproximadamente, de la población mundial, no sigue ninguna religión (información de The Global Religious Landscape de 2010). Aunque, los datos pueden estar alterados según la fuente de la que provenga la información; por ejemplo, la CIA World Factbook (2006) estima que hay entre 180 y 200 millones de no creyentes en todo el mundo, es decir, el 2.4% de la población mundial, mientras que la empresa Gallup (2012), en un estudio en 57 países, arrojó el resultado promedio del 13% de ateos en los mismos y un 23% de no religiosos.
En concreto en España, según el Diario El País (07/04/2022), en los dos primeros años, tras la llegada del COVID-19, los no creyentes han pasado del 27,7% al 37,1%, declarándose ateos o agnósticos.
Un estudio elaborado por el CIS indica que en el año 2000 un 13,2% de la población española se declaraba atea o agnóstica, en 2019 lo hacía el 27,5% y en 2021 un 37,1%. La investigación, avalada por la Fundación Ferrer i Guardia indica que los jóvenes son cada vez menos creyentes: el 63,5% de personas entra 18 y 24 años se declaran no creyentes, frente al 21,1% de los mayores de 65, situándose en la franja intermedia de entre 25 y 34 años un 56,2% de ateos y agnósticos.
De cualquier manera, el problema de las encuestas es que se puede saber el porcentaje de ateísmo y de agnosticismo de los encuestados, o lo son o no lo son, es decir, al 100%; pero caben dudas acerca del porcentaje en los creyentes, valga de ejemplo el uso de anticonceptivos, prohibido por la Iglesia Católica, o de abortos, que se utilizan y practican en España por personas que dicen ser creyentes. Habría que hacer quizá un tercer apartado en las encuestas y preguntar si se es creyente a la carta, por ejemplo, y en qué porcentaje o medida.
3. Psicología y Fe.
Dentro de la psicología moderna, la Teoría de la Mente, que consiste básicamente en ser capaz de ponerse en el lugar (en la mente) de otra persona y experimentar sentimientos muy similares a los que esta segunda persona siente al exponerse a una situación determinada (empatía), también aporta sus conocimientos al asunto. Parece que cuando tenemos fe, es como si nos pusiéramos en la mente de Dios. Se ha visto con estudios de neuroimagen (formación de imágenes cerebrales a través de diversas técnicas como emisión de positrones, tomografía axial computerizada, etc.) que, cuando una persona piensa en Dios o reza, se activan las mismas regiones encefálicas que se activan en los procesos de mentalización mediante los cuales entendemos a los otros y a nosotros mismos en términos de estados subjetivos (deseos, pensamientos, sentimientos), y la estrecha relación de nuestras conductas con los mismos. Esta capacidad, que parece no ser innata, se suele desarrollar en un contexto de apego seguro. De esa manera, la teoría de la mente sería un componente necesario pero no suficiente para la creencia en Dios. Al parecer, los hombres son de media peores que las mujeres a la hora de mentalizar y esto también se refleja en que son menos proclives que ellas a creer en Dios. Las personas con autismo, por ejemplo, tienen serias carencias en Teoría de la Mente, quizá por eso no se plantean el tema religioso tanto como las personas que no tienen tal trastorno.
Uffe Schjødt, de la Universidad de Aarhus (Dinamarca), observó que durante el rezo, la repetición estructurada de unos textos reglados, producía un aumento significativo de la respuesta BOLD (Blood Oxigenation Level-Dependent) en el núcleo caudado del cerebro, una señal de activación del sistema de recompensa del cerebro. Es de sumo interés porque las repeticiones pautadas de rituales y oraciones son clave en todas las religiones universales y son parte de la vida cotidiana de miles de millones de creyentes. Aparentemente, el cerebro «premia» con una sensación de bienestar a las personas que creen y que practican su religión, que cumplen sus normas y que hablan con su dios, bien sea a través del rezo estructurado o a través de una charla improvisada con él.
Esta investigación llegó a la conclusión de que la activación en estas regiones cerebrales es similar a la que se produce cuando hablamos con un amigo. Rezar, hablar con dios, a nivel de cerebro, es tan reconfortante como hablar con otro ser humano y compartir inquietudes o preocupaciones, pedir consejo, etc. La Neurociencia y la Psicología no han encontrado evidencias de nada místico ni sobrenatural en este proceso. Rezar a Dios es una experiencia intersubjetiva (personal) comparable a una interacción normal entre dos personas que tienen buena sintonía y se refuerzan mutuamente, socialmente, en muchas ocasiones sin ser conscientes de ello. Aunque, como tal, resulta bastante reconfortante para la persona que lo lleva a cabo.
4. Fe y Antropología.
Si hacemos un retroceso histórico en el tiempo, comprobaremos como la creencia actual del hombre del siglo XXI es el resultado de un proceso que se inicia con el miedo a la muerte en las culturas más primitivas. Veamos el camino recorrido.
Según Gonzalo Puente Ojea, el antropólogo británico del siglo XIX, E. B. Tylor, llevó a cabo la reconstrucción teórica del probable proceso mental que condujo al hombre de la prehistoria en sus primeros pasos hacia el animismo, este autor lo llamó la «invención animista», el ominoso y decisivo primer gran acontecimiento del pensamiento humano. La «doctrina del alma», y su consecuencia inmediata e implícita, la «doctrina de los espíritus», fue el principio de los todos los mitos, creando las condiciones de posibilidad del mito religioso ancestral, que sirvió de modelo para todas las formas de la religiosidad mítica en las sucesivas religiones producidas por la fantasía de los seres humanos.
El humano prehistórico, dice Tylor, creyó haber descubierto en su naturaleza dos elementos contrapuestos pero asociados: el cuerpo (material, grávido, compacto y perecedero) y el alma (material pero incorpórea, ingrávida, fantasmal e imperecedera), separables definitivamente en el momento de la muerte. El hombre prehistórico pensaría que el alma quedaba vagando sobre la tumba o en su entorno al quedar separada del cuerpo. Cabe inferir que, de esta concepción de la estructura del ser humano, surgen el culto a los muertos y los ritos funerarios, es decir, las raíces de la religiosidad.
Para el filósofo alemán de la primera mitad del siglo XX, Ernst Cassirer, el miedo a la muerte es uno de los instintos humanos más generales y más profundamente arraigados en el hombre. La primera reacción de éste ante un cadáver pudo ser el abandono a su suerte y huir de él con terror. Pero muy pronto, esa reacción sería superada por la actitud contraria, por el deseo de retener o evocar el espíritu del muerto. Dice Cassirer que los espíritus de los difuntos se convierten en los primeros dioses domésticos, y la vida y la prosperidad de la familia dependerán de su socorro y favor. En esto no habrá diferencias entre el pensamiento mítico y el pensamiento religioso. Los dos se originan en el mismo fenómeno fundamental de la vida humana, siendo difícil situar donde termina el primero y donde comienza el segundo. El mito es, desde sus comienzos, religión potencial. Lo que conduce de una etapa a otra no es una crisis súbita del pensamiento ni una revolución del sentimiento, si no un proceso paulatino de identificación.
Para Gonzalo Puente Ojea, autor fallecido en 2017, en la evolución biológica se refleja la génesis de la religiosidad en los seres humanos, cuando el estado evolutivo de la subjetividad de los animales alcanzó la suficiente maduración. Cuando el mundo conceptual puede ser interiorizado mediante la función integradora del cerebro/mente, se hacen conscientes la subjetividad y la reflexión.
5. Conclusiones.
Podemos caer en la facilidad conceptual de considerar que las conclusiones que se puedan extraer de este pequeño resumen multidisciplinar acerca de la fe, son de índole personal. Pero, por un lado, no podemos desligar el tema de la fe de las religiones y de cómo han alimentado la necesidad de fe en el ser humano y como, sin ánimo de satanizarlas, en muchas ocasiones, la han manipulado. Sin duda este sería otro tema para debatir en un futuro artículo probablemente. Por otra parte, nos haremos eco de las palabras de diversos filósofos e investigadores que han contribuido, de una manera o de otra, a la cuestión de la fe:
– Descartes en «Principes de la philosophie» (1640-1645): «Aunque el alma humana da forma a la totalidad del cuerpo, su principal asiento (siége) está en el cerebro; es allí solamente donde realiza, no sólo la intelección y la imaginación, sino incluso la sensación».
– Paul Churchland en «The Engine of Keason, the Seat of the Soul » (1995): «La idea de que la cognición humana reside en una sustancia inmaterial: un alma o mente» que «sobrevive a la muerte del cuerpo-físico es difícil de cuadrar con la teoría emergente de los procesos cognitivos y con los resultados experimentales de varias neurociencias».
– Eduard Punset con su obra «El alma está en el cerebro» (2007), viene a indicar que «Emociones, ideas, temores, deseos, espiritualidad y otros aspectos de la vida de los seres humanos dependen de las complejísimas operaciones del cerebro».
– El biofísico y teólogo Alister McGrath (2016) en «La ciencia desde la fe» (Ed. Espasa) dice que «No hay una contradicción inevitable entre lo religioso y lo científico, ambos son “mapas complementarios” de la identidad humana». «La ciencia y la creencia no deben interferir entre sí». Como punto débil de su discurso destacamos que no acepta que la religión y la ciencia, durante la historia de ambas, hayan estado en conflicto, aunque hay muchas evidencias en contra.
Es cierto que podemos encontrarnos ante posturas un tanto divergentes y difíciles de conciliar; por un lado el llamado fundamentalismo religioso, que niega la ciencia, y por otro el imperialismo científico, que niega la fe. Pero, como hemos visto, existe una postura científica que no pretende entrar en cuestiones de fe, simplemente intenta explicar desde distintas disciplinas científicas los fundamentos de la misma y parece que cada vez hay más evidencias de hallarse en un sustrato psicofisiologógico, no la niega entonces, sólo que le da una explicación natural que puede no contentar a todas aquellas personas que profesan una fe en seres o entes sobrenaturales.
PARA SABER MÁS:
– Alfonso L. Congostrina (2022) El número de ateos en España se multiplica durante la pandemia. https://elpais.com/sociedad/
– CIA (2006) https://www.cia.gov/cia/
– Diccionario de español de Google, proporcionado por Oxford Languages.
– Dick Swaab (2010) Somos nuestro cerebro. Plataforma Editorial.
– Dean Hamer (2004) The God Gene: How Faith Is Hardwired into our Genes. Doubleday.
– Eduard Punset (2011) Redes 110: El alma está en la red del cerebro – neurociencia https://www.youtube.com/watch?
– Eduard Punset (2007) El alma está en el cerebro. Ed.
– Ernst Cassier (1944) Antropología filosófica. Introducción a una filosofía de la cultura. Fondo de cultura económica.
– Francisco J. Rubia Vila (2014) “Espiriteria”: Cómo produce el cerebro experiencias religiosas y místicas: https://tendencias21.levante-
– Francisco J. Rubia Vila (2015) El cerebro espiritual. Edit. Fragmenta.
– Gonzalo Puente Ojea (2007) Vivir en la realidad. Sobre mitos, dogmas e ideologías. Ed. Siglo XXI.
– Gonzálo Puente Ojea (2009) La religión, vaya timo. Ed. Lactoli.
– José Ramón Alonso (2019) Religiosidad y Teoría de la Mente https://jralonso.es/2019/02/
– José Ramón Alonso Peña (2019) https://theconversation.com/
– Michel Gazzaniga (2005) El cerebro ético. Editorial Paidós.
– The Global Religious Landscape (2010)
– WIN-Gallup International (2012) GLOBAL INDEX OF RELIGIOSITY AND ATHEISM
Ad
Comentarios recientes