Pero cuando la creencia se convierte en fanatismo, la mayoría de las veces desemboca en vanidad, superioridad y en rechazo al otro, a la otra. Esa necia vanidad, ese repugnante rechazo a los demás es lo más hueco y estéril que puede tener un ser humano, con el desprecio que se manifiesta para herir a otras personas.
Tienen un “corpus idealis”, tornado en trasnochadas ideologías, que hieren en la mayoría de los casos, a muchas personas y por extensión a la sociedad.
Los ideales se han anquilosado, cadaverizado, momificado, y han mutado en insensatas actitudes despreciativas, hacia quienes no piensan como ellos, tanto desde la óptica social, como religiosa.
Porque además ese desprecio, incluye el calificativo y la etiquetación de condena, cuando no de agresión, hacia otros que son ajenos a ellos o que no están en su cuerda. Por supuesto, quien más sufre es el odiador, porque el odiado a veces, no se entera de la animadversión del otro hacia él. Es más, aun sabiéndolo, quizá le importe un carajo.
Los Evangelios cuentan que Jesús dice: “Si os abofetean una mejilla, ofreced la otra”.
No lo están diciendo en un sentido literal, sino metafórico. Lo que quiere decir Jesús, es que no devolvamos mal por mal, sino que ofrezcamos cuando menos, la posibilidad del perdón, no devolviendo ese mal por otro mal.
Generalmente, amén de las discrepancias lógicas sobre la visión de la vida y las cosas diarias, muchos estamos dominados por las ideologías, sean del signo que sean, y claro, estas ideologías empañan la nitidez de nuestra visión real y ajustada de la vida, llevándonos a veces por senderos sin salida y a ser sectarios.
Hay muchas corrientes de pensamiento en la sociedad y en las propias religiones, en todas las iglesias, que lejos de unir en lo fundamental, separan a sus miembros, creándose corrientes de pensamiento, de actuación, claramente opuestas, llevando a lo peor, y siendo un anti testimonio para la Vida.
Basta simplemente, echar a una ojeada, no solamente a las tendencias políticas, sino a las imposiciones que los dogmas de las religiones ejercen, para convertirnos en niños pequeños, con poca o nula capacidad para pensar y discernir a esa edad, y de una forma general, lo bueno de lo que no lo es.
Esto es, haber llegado a ese estadio en la que un adulto separa lo que se puede hacer de forma positiva para sí mismo y hacia los demás, de aquello que es negativo y que nos empequeñece.
He conocido a muchas personas, que desde un punto de vista político y religioso, son gente buena, muy buena, sean de la tendencia que sean.
También otras personas que dejan mucho que desear, con una gran falta de humanidad, que piensan que el sol sale sólo para ellos. Eso no es nuevo desde que el mundo es mundo.
Pero muchos, hemos perdido la capacidad de tamizar aquello que nos puede hacer bien, y que nos puede llevar a derroteros que lleguen a anularnos como seres humanos. Una actitud de querer en lo material cada día más y más, sin importarnos la ética, la moralidad personal, social y el crecimiento como seres humanos. Me llamó mucho la atención esto que leí hace años, de la pluma de J.Bucay:
Te encuentro
Te escucho
Te hablo
Te abrazo
Te tengo
Te atrapo
Te absorbo
Te asfixio
¿Te quiero?
Esto se produce en muchas de las relaciones humanas y no exclusivamente en las relaciones de pareja…. Fanatismo, vanidad, superioridad, desprecio, afán de posesión….
Recuerdo aquello me que contaba ufano, alguien de esos odiadores empedernidos. Me quedé de piedra al escucharlo, cuando refiriéndose a un familiar, dijo:
“….Así que me fui al cementerio, y me oriné sobre su tumba. Después le dije: ¡Si tienes cojones, levántate, que te voy a partir la cara!” Más infelicidad y odio no puede caber en un ser… ¿Humano?
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