En nuestra historia hemos hecho muchas veces la terrible experiencia de poner precio a un hombre o a una mujer. Y los hemos llevado a la esclavitud. Millones de personas han vivido como esclavos. No podemos dejar de admirar las pirámides de Egipto y tampoco hemos de olvidar a los miles de esclavos que las construyeron.
En nuestra cultura hemos alcanzado la conciencia que no es necesaria la esclavitud para crear y hacer obras grandes.
Pero no estamos libres del todo. Entre nosotros se da también la “dulce esclavitud”
Cuando somos tratados como mercancía se levanta en nosotros la dignidad. Dignidad que aparece en una convicción: estamos por encima de todo precio. No aceptamos que se nos compre ni que se nos desprecie.
Y mientras seamos más conscientes de nuestra dignidad menos aceptaremos que se nos maneje y menos intentaremos manejar.
En la historia muchas personas han vivido su dignidad, perdiendo incluso su vida.
Pero hasta 1948 no se llegó a promover, a través de la Declaración Universal de Derechos Humanos, a nivel mundial la dignidad humana (Art 1º) y el rechazo de la esclavitud (Art 4º).
La dignidad de la persona es la justificación del orden político.
No se trata de estar con otros para hacer mas fácil la vida sino para vivir nuestra dignidad.
¿Donde se ejerce y se renueva nuestra dignidad de forma que nos escapemos de la esclavitud y esclavitudes?
Nuestra dignidad acontece en el ejercicio del pensamiento y la razón, en la práctica de la libertad e igualdad y en comportamiento fraterno con otros (DeclaraciónUniversal de los Derechos humanos en Art. 1)
¡Si la política se dedicara a este menester…! Si la política promoviera el pensamiento, la razón, la práctica de la libertad e igualdad y el comportamiento fraterno estaríamos viviendo la dignidad humana. Así el ejercicio de la política es una tarea muy, muy noble.
Podemos reconocer que estamos en una sociedad que va perdiendo su dignidad y entrando en la esclavitud cuando es débil el ejercicio del pensamiento, la razón, la práctica de la libertad e igualdad, y e comportamiento fraterno.
Cualquiera que mire alrededor suyo (“alrededor”, porque resulta mas fácil ver la paja en el ojo ajeno que la viga en el nuestro) puede ver esas debilidades y así reconocer el camino de la dulce esclavitud, presente de mil formas.
El Papa Francisco en una carta de 2020 invita a la fraternidad y amistad social. Y presenta tres señales de una sociedad sana que promueve la dignidad humana.
1.- …la política… no es así una discusión sana sobre proyectos a largo plazo para el desarrollo de todos y el bien común, sino sólo recetas inmediatistas de marketing que encuentran en la destrucción del otro el recurso más eficaz. En este juego mezquino de las descalificaciones, el debate es manipulado hacia el estado permanente de cuestionamiento y confrontación”.
2.- Los migrantes no son considerados suficientemente dignos para participar en la vida social como cualquier otro, y se olvida que tienen la misma dignidad intrínseca de cualquier persona. Nunca se dirá que no son humanos pero, en la práctica, con las decisiones y el modo de tratarlos, se expresa que se los considera menos valiosos, menos importantes, menos humanos
3.- Como todos estamos muy concentrados en nuestras propias necesidades, ver a alguien sufriendo nos molesta, nos perturba, porque no queremos perder nuestro tiempo por culpa de los problemas ajenos. Estos son síntomas de una sociedad enferma, porque busca construirse de espaldas al dolor”.