Siento haber perdido el catecismo del Padre Ripalda, en el que estudiábamos religión obligatoria y en el que veíamos el infierno en casi todas las preguntas y todas las respuestas que habíamos que memorizar. Era toda una “joya”.
Recuerdo que decía “La iglesia condena los pecados de herejía y de apostasía” seguido de esto otro: “Fuera de la iglesia no hay salvación”.
Y nuestro padre espiritual nos explicaba con grave impostura, que la apostasía consistía en renegar de la fe católica, con lo cual el apóstata, era apartado del rebaño de creyentes sin salvación posible.
¡Con el infierno continuamente ante los ojos, cualquiera se atrevía a apostatar, o simplemente pasar del cura en las clases y ser llamado hereje en aquella época nacional-católica!
Hace ya bastante tiempo, leía en un periódico provincial, que una cincuentena de personas había presentado en la diócesis, una declaración en la que pedían su baja como cristianos católicos y que sus nombres fueran borrados de los archivos de la provincia.
Sólo el obispado sabe los motivos de estas personas, una decisión que respeto y entiendo, porque en más de una ocasión, yo he pensado lo mismo, sobre todo con algún obispo anterior que felizmente se nos fue de Jaén, seguramente para seguir ascendiendo en el escalafón del poder en la Iglesia, y que tan amargados nos ha tenido a tantos y tantos aprendices cristianos de la diócesis.
Pero como mi fe no está en quienes rigen esta Iglesia Oficial, tras una profunda reflexión decidí en aquellos momentos no manifestarme, porque lo hiciese o no, iba a tener lo mismo.
No dejo de hacerme esta pregunta:
¿Qué tendrán las religiones que en lugar de abrir a los creyentes nuevas puertas hacia el Amor, muchos quedamos maniatados y castrados mentalmente?.
El Padre Ripalda, no hablaba en su catecismo de homosexuales, era impensable que otrora existieran seres tan abyectos, aunque las cárceles franquistas estaban llenas, pero miren por dónde, con esta maldita democracia, estos desviados sexuales nos han salido del armario; que Dios nuestro Señor los perdone.
Y apañados van, porque al infierno irán derechitos. De pequeños, nuestro padre espiritual nos decía que las llamas del infierno eran más voraces con aquello de nuestro cuerpo con lo que se pecaba más, y todos aterrorizados nos echábamos mano con un indescriptible gesto de dolor a la entrepierna.
Así que el futuro eterno de esta gente tan “rara” está más que complicado, porque la unión de dos personas del mismo sexo, según la Iglesia, es antinatural y constituye un grave pecado. Es aquello del sexto mandamiento.
Pero tampoco hablaba el P. Ripalda del grave pecado de “Simonía”, consistente en el comercio, compra y venta ilícita, de cosas espirituales o materiales, unidas inseparablemente a las espirituales, objetos sacros o caracteres sagrados, como la compra o venta de un obispado o de un cardenalato, que tan repetidamente se ha dado en la historia de la Iglesia. O la disolución de un matrimonio a cambio de un cheque de sustanciosa cantidad para declarar el divorcio y/o matrimonio nulo.
Siempre pensé que los ricos tenían tanta suerte, que los procesos de nulidad o divorcio eran más rápidos para ellos que para los demás, sin caer en aquello de los cheques.
Que sepa, porque la Iglesia me lo enseñó, el sacerdocio es un sacramento que imprime carácter, esto es imborrable, como según esta Iglesia, ocurre también con el matrimonio.
Pero claro, ellos no pecan, deshaciendo matrimonios, porque son los secretarios del Mandamás del Cielo.
Recuerdo un brevísimo cuento, a modo de fábula, que decía así:
“Un buen cristiano llevó a la iglesia a su perro para que su párroco lo bautizase. Éste, escandalizado, se negó en rotundo a bautizar al chucho.
El buen hombre insistía diciendo que el perro también era una criatura de Dios.
El párroco iracundo le conminó a salir de la iglesia y el hombre derrotado se volvió para salir, pero se le ocurrió una idea.
Girándose de nuevo, se dirigió al párroco y le dijo: ¿Le parece bien 500 euros?.
Y el párroco le espetó: ¡Hombre de Dios, esto se hubiera arreglado si me hubiese dicho que el perro era católico!. Y claro… el perro fue bautizado.
Y con las cosas así en esta Santa Iglesia, ¿Cómo es posible me pregunto yo, que se atrevan a condenar la unión de dos personas del mismo sexo, que sienten amor, lo más maravilloso que puede experimentar el ser humano?.
Sería curioso, cuando no sorprendente, poder mirar por un agujero, las soledades de estos que condenan, y ver cómo viven su sexualidad o su impuesta abstinencia sexual.
Porque a fin de cuentas, el tema de la “familia” que estas gentes abanderan para cargar sin conciencia contra los homosexuales, es un tópico parapeto en el que se esconde el rechazo a los demás, cuando no son como ellos quieren que sean.
Es otra manera de fundamentalismo integrista.
Sería radicalmente diferente, que los que arremeten en nombre de la “virtud” contra los homosexuales, y en general contra los LGTBI, tuvieran un hijo o una hija así; entonces sí pedirían comprensión a los demás. Y conozco bastantes casos.
Parece ser que estas personas, prefieren que un niño se muera de hambre, o tenga una desgraciada infancia sin cariño, antes que ser adoptado por dos homosexuales o lesbianas.
No he visto en ninguna manifestación a los obispos españoles, cuando se han dado tantos despreciables casos de pederastia en las filas de la propia Iglesia, por parte de sacerdotes y algún que otro obispo.
En verdad, parece ser que ignoran por momentos, ese libro tan maravilloso que se llama Evangelio, que como en la parábola del “Hijo pródigo”, el padre olvida la actuación de su hijo menor, abriéndole de nuevo los brazos y el corazón.
Y hablando de corazón, resulta descorazonador que sólo un obispo, a la sazón el de Calahorra, hace muchos años, estuviese en la manifestación en Madrid contra el hambre en el mundo, mientras el resto de la jerarquía vive en sus lujosos palacios episcopales que no son sino anti-testimonio de la “verdad” que predican, la Verdad de Jesús de Nazaret, amigo de prostitutas, prostitutos, pecadores y marginados sociales, porque la vida de Jesús, fue una opción desde la radicalidad de Dios, de ese Dios al que tanto le pedimos, pero al que tanto ignoramos en el hermano que sufre.
Buena parte de las personas que estuvieron en esa manifestación contra la pobreza y el hambre en el mundo, eran plenamente conscientes que en esos momentos, sí que hacían realidad el Evangelio, con su presencia y su denuncia profética.
Pero ésta no es la escala de valores que tienen bastantes miembros de la Iglesia Oficial, que a buen seguro, esta escala, no está inspirada por el Espíritu Santo.
Porque el Pastor, debe oler a oveja. Creo que Vds. lo entienden.
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